Las
sensaciones son de lo más variado cuando uno regresa al lugar donde nació. Pese
a que el maestro Sabina dice que “al lugar donde has sido feliz no debieras
tratar de volver”, a mí me encanta regresar.
Eso sí,
debo reconocer que esa sensación de esta es mi tierra, estos son mis orígenes
no existe en mí. Para mí Lugo significa demasiadas cosas como pararme a pensar
en que es mi matriz. Lugo son las calles donde corrí, donde reí, donde lloré…las
casas, todas las casas en las que disfruté de comida y conversación a partes
iguales. Lugo es mi infancia y mis amagos de suicidio en patines por Germán
Alonso mientras mi abuela gritaba detrás (el tío Manolo tiene la culpa). Lugo
es mi madre y sus carreras eternas Dieciocho de Julio arriba, Dieciocho de
Julio abajo para que nunca estuviera sola. Lugo son también mis meriendas en
Petit haciéndome la hermana mayor. Lugo
es Alberto y es a las dos me paso por Chuché.
Pero desde
hace unos años…no diré cuántos…Lugo es una mañana con un croissant y una
perrita saludando desde el periódico, Lugo es ese lugar donde (ya lo sabía yo)
apareció él. Nos conocíamos desde hace años, pero ese día, esa noche, era
nuestro día. Siempre me había resultado curioso ese chico rizado de grandes
brazadas y voz grave. Curioso sí, pero de ahí a pensar en formar una familia
con él…pues no, eso sí que no. Pero…tenía que ser de Lugo. Tenía que aumentar
mis sensaciones al pasar por delante de Franciscanos. Doce años allí dentro
para terminar casándome con el hijo de mi profesora de párvulos, con el que,
por cierto, no coincidí en el colegio. Tiene más sentido así: son recuerdos
sumados a recuerdos. Es Lugo sobre Lugo, en estado puro.
Ahora Lugo
es un lugar de vacaciones, de fines de semana interminables y agotadores entre
casas y comidas…y de amor. Amor por parte de todas esas casas, amor por parte
de todas esas vidas cruzadas y amor por parte de cada rincón que me recuerda
que allí nací, allí crecí y allí encontré al compañero de mi vida. Amor por
parte del amor que pasea incansable cada rincón de la ciudad empeñado en que
ese pequeño ser que hemos creado (y que me pregunto cada día dónde ha estado
todos estos años) sepa de dónde son sus papás.
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