jueves, 25 de febrero de 2010

Mimetismo Felino

Mimetismo felino. Huele a pitufo. Uñas de Chanel. Ojos verdes. Ojos azules. Ojos grises. Ricitos de oro. Ondas de plancha. Albornoz con las mangas al revés. Cartera de Los Beatles. Agua a cuarenta grados. Espuma de café. Exposición de Warhol. Abrigo de leopardo. Relatos enrevesados. Pies estrechos. Discusiones entre sueños. Cejas anchas. Tiendas que huelen mal. Titos que la aman. Odio a las faxias. Hombreras de Balmain. Flequillo de Kate Moss. Jersey peluchito. Eres tú mi peluchito. Carpeta ordenada. Ugg de zapatillas de casa. Café en la Vintage. Libros en la mesa del comedor. Móvil en silencio. Disco japonés de Pete Doherty. Miu Miu en Fin de Año. Barbie y su columpio. Perfecto de cuero negra. Cabezazos en una atracción de agua. Londres. Respuestas falsas en el oculista. Bolso color camel. Gritos en una canoa en la playa. Conejito en Faunia. Mano dentro del abrigo. Chaqueta de casa colgada en el perchero. Pelo impecable. Dire Straits con trece años. Trabajos perfectos de Educación Física, que no Gimnasia. Señooor. Libros de skins con doce años. Vogue. Bailes de salón, de salón de casa, de sábado a la mañana. Buenas notas en el colegio. Muiñeira con traje verde. Wayfarer en una piscina hinchable en un balcón. Converse de colores. Lágrimas en el cine. Alianza igual que otras dos.

domingo, 7 de febrero de 2010

Donde cabe uno, caben dos

Donde cabe uno, caben dos…al menos, eso dice el anuncio de Ikea…pero es que tienen razón. Eso es lo bueno de estos anuncios, que tienen toda la razón del mundo. Siempre y cuando, claro está, que uno de esos dos quiera hacer sitio al otro uno, y que el uno que llega esté dispuesto a tener poco sitio.
En este caso, donde cabe uno, caben dos, claramente. Y no solamente en una casa llena de cajas de Ikea con ropa interior, sino en una vida. Porque lo difícil no es caber en una casa, sino en una vida. Todos llevamos una mochila a cuestas, algunos, más cargada que el baúl de la Piquer, y es ahí donde empiezan los problemas de caber o no caber. Porque cada uno tiene una mochila, y cargar con la de uno mismo ya es bastante laborioso como para cargar con la de alguien que se presenta en tu vida, la mayoría de las veces sin avisar.
Y he aquí donde estamos ante otra de las claves de las relaciones. Si no tienes que cargar con la mochila de nadie, si cada uno carga con su mochila perfectamente, sin necesitar ayuda, si incluso le ponemos unas rueditas como aquellas de las bicis de niños que nos ayudaban a mantener el equilibrio, entonces y sólo entonces, no habrá ningún problema.
Y ojo! Que la mochila hay que conservarla, eh? Que lleva su trabajo, su tiempo, su esfuerzo, su paciencia, su impaciencia…ir llenándola a lo largo de la vida no es cualquier tontería! Pero claro, hay que, como todo, saber llevarla. No todas se ponen unos Loboutin y tienen unos pies perfectos y unas piernas torneadas.
Cuando uno consigue equilibrarla, y además aprende que no hay que querer mucho (aunque también), sino querer mejor, pues entonces lo que ocurre es que se consigue que donde cabía uno, y estaba cómodo y a gusto, y a su manera; quepan dos y quepan perfectamente, con sus cajas de Ikea, con sus cajones llenos en el baño, con la nevera llenita llenita…y sobre todo, consiguen que en una vida quepa otra, o mejor dicho, que dos vidas se conviertan en una, y entonces, sólo entonces…¡¡¡¡doooonde cabe uno caben dooooos!!!!!