domingo, 23 de enero de 2011

ME GUSTA EL FÚTBOL...

Me gusta el fútbol. Y no porque sea rey en casa por un día, ni porque haya veintidós maromos corriendo, ni porque sea muy forofa de ningún equipo, ni tan siquiera porque me garantice ratos de ocio los domingos.
Nada de eso. Me gusta el fútbol como socióloga frustrada que algunas veces me siento. Me trataré de explicar.
El fútbol es bar, es cañas, es gritos, es patatas bravas, es niños con camiseta de su equipo, es risas, es llantos, es cabreos, ¡es de todo! Me encanta ir a un bar, especialmente a uno que está al lado de casa, y ver el fútbol. Pero me doy cuenta que la mayoría de las veces no estoy mirando la pantalla, sino la gente que hay en el bar. Son personajes. Personajes del fútbol.
Está el señor mayor que ya se lo sabe todo, y que cree que estos chicos de ahora ni corren ni nada. Está el chaval joven, que lleva el kit completo: gorra, camiseta y muñequera de su equipo, y que es altera e indigna a partes iguales cada vez que no pitan algo a favor de su equipo, y grita, también grita bastante. Está también el tranquilo. Este es el que se toma la caña con calma, mira la pantalla como si mirase un punto fijo del infinito para mantener el equilibrio, y ni se emociona ni se enfada demasiado. Es el que suele hacer un “uy” o un “pff” a medida que van pasando cosas en el equipo.
Luego están las novias, las novias de los que van al bar a ver el fútbol: las hay futboleras, las hay que no les importa nada y aprovechan para mandarse sms con sus amigas (quizás hoy día debiera decir twitear), las hay que aprovechando que hay muchos hombres, y sin darse cuenta que uno de ellos es su pareja, intentan ronear con camareros y clientes a partes iguales como modo de diversión, y están las novias como yo, que miran más a la gente que a la pantalla. No sé en qué categoría debería incluirme entonces.
Me divierte y también me enfada un poco, la capacidad de movilización que tiene la gente para el fútbol. Quedan, se reúnen, se van a un bar, lo ven, se enfadan, se alegran, protestan, ven el partido y leen la crónica al día siguiente en el periódico y ven los deportes en la tele a ver qué dicen del partido, y reflexionan y piensan y ven si estaban en lo cierto cuando hacían comentarios sobre el árbitro en el bar…
Ahora por un segundo imaginen que la gente hiciese todo esto después de una jornada en el Congreso de los Diputados, o después de haber visto un debate político, o tras la aprobación de una ley…
Pero esto no creo que pueda ser posible. Sí frente a veintidós hombres que lo dan todo (físicamente) para sacar adelante un equipo de fútbol. Sí frente a su equipo, que es normalmente el mismo que el de algún familiar, sí frente a noventa minutos de televisión.
Alucino un poco a veces en medio del bar. Me dan ganas de ponerme a explicar que esos veintidós hombres, con sus entrenadores y presidentes no van a hacer nunca, ni aunque ganen tres tripletes, que baje el paro. Tampoco van a derogar la Ley Antitabaco (que afecta en esos bares donde ven ese fútbol, por cierto), y tampoco creo que vayan a emitir ningún comunicado que anuncie el fin de ninguna formación violenta (ni de los ultra siquiera). Y sin embargo, por ellos lo dan todo, por ellos se enfadan y se abrazan los unos con los otros.
Tanta gente como la que se junta para ver un partido en contadas ocasiones vemos juntada en ningún otro lugar para alguna otra cosa menos deportiva.
Una cosa tengo que decir: los que se juntan para las Rebajas y se van de tiendas tampoco creo que se manifiesten para nada más que para exigir un 70% en lugar de un 50%.
No debe ser sólo el fútbol…